He perdido mi pasado entre buzones
y coches viejos,
y si lo tuviera otra vez, preferiría olvidarlo.
La moral es algodón
porque me da escalofrío.
Y lo peor, esa sensación descendente
de irrevocable.
Sólo creo en ella porque a veces me traiciono.
Pero la rabia se va también,
la decepción se gasta.
Después me quedo con mi patio
de lástima y una almena
de esperanza,
añorando esos años que ya no están,
donde creía en un mundo
mejor.
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